sábado, 25 de enero de 2014

DOÑA ADELA ROSAS RUEDA QUERETANA CON DISTINCIÓN

DOÑA ADELA, SU VIDA Y SU LEGADO EN QUERÉTARO.


Leticia Macías Zúñiga.

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Adela Rosas Rueda, Doña Adela, como se le conoció en el Querétaro que hizo suyo por adopción.
Recabar testimonios sobre ella, visitar su casa, leer su letra manuscrita, mirar sus fotos, hurgar con respeto en sus recuerdos, no me da para escribir una semblanza; me ha implicado el reto de retratar una vida que mejor podría describirse con colores, texturas y formas.
Un par de veces hablé con ella, y cuanto más hubiese querido prolongar aquellas conversaciones para hoy, relatarla con justicia y con su venia.
Doña Adela, su estirpe.
De línea esbelta, estampa sobria y trato fino, Adela, como nadie, destilaba una personalidad que mezclaba contrastes y antítesis: bravía y cálida, señorial y sencilla, combativa y respetada, reformista y nostálgica, circunspecta y pícara, mítica y asequible, estoica y sensible, apasionada y serena. Si bien no fue madre, su vida se caracterizó por ser prolífica y fecunda.
Ataviada siempre con su emblemático camafeo de tipo español, reminiscencia de sus genes paternos y ufanamente arropada en un rebozo tejido al más decantado estilo mexicano, Adela siempre se levantaba al alba, se arreglaba, desayunaba ligero, y asistía a misa de 10 de la mañana en la Congregación.  Le gustaba escuchar música de Dolores Pradera, la lectura y la escritura, era admiradora del pensamiento de Santa Teresa de Ávila,  gran conversadora, y anecdóticamente, cuentan que gustaba de comer cacahuates enteros y nueces, ambos parte de su dieta de rigor. Ella solía comentar con encanto que personalmente daba mantenimiento a su casa y Galería de Arte: “Desde algunos brochazos, hasta el quehacer propio de cualquier ama de casa“.
Adela, rememoraba así sus antepasados: “Mi tatarabuelo fue Juan Nepomuceno Rosains, Secretario Particupar del General José María Morelos y Pavón; mi abuelo estuvo con Ignacio Zaragoza, peleó con él, en contra de los franceses; y luego mi padre fue maderista revolucionario. Mi madre tuvo una pensión vitalicia de la Defensa Nacional hasta que murió, porque reconocieron la labor revolucionaria de mi padre. Luego cuando anduvimos en toda la República, él fue muy amigo de uno de los más grandes presidentes de México: el general Lázaro Cárdenas, el mejor de todos“.
De estirpe revolucionaria y con la vocación del magisterio en la sangre, nace el 5 de julio de 1919 en el seno de la familia formada por el profesor Rafael Rosas Rosains y Doña Julia Rueda Contreras en Ciudad Serdán, Puebla. Hermana de tres, recibe una educación moderna y abierta para su época; formación bajo la cual crece a la par de sus convicciones y temperamento. Estudia la Normal en Morelia y por el empleo de su padre, recorre buena parte del territorio nacional. A finales de 1948 cuando él resulta comisionado como Inspector de Zona Escolar y tras residir en Celaya, llegan a Querétaro siendo Adela apenas adolescente. Ocupan entonces una casa en la calle de Madero. Al tiempo, ella ejerce como Maestra de Educación Primaria y se divide entre el mundo del arte y la política. Sin claudicar a ninguna de estas pasiones, contrae matrimonio con Carlos Martínez González de Cossio con quien perdura una relación de 35 años.
Doña Adela, mujer política.
Adela se impuso a su lugar y a su época, una que quizás le tocaba vivir para transgredir y dejar huella. Su interés en causas sociales la llevo a liderar y defender derechos desde su época de estudiante.
Si bien se le conoció por su activismo político en mucho condicionado por el amor a su esposo Carlos, uno de los fundadores del Partido Acción Nacional en Querétaro, Doña Adela jamás reparó en reconocer la valía de quienes pertenecían a otras corrientes políticas, y a la par, en erigirse como una crítica constructiva pero implacable del Partido del que se separaría al dejar de existir su marido. Lo mismo engrandece su acervo una carta que le dirigiera Diana Laura Riojas de Colosio, que haber conocido desde muy niña a don Lázaro Cárdenas, haber recibido en su casa a Gilberto Rincón Gallardo, o haber tenido comunicación personal y epistolar con personajes como Manuel Gómez Morín, Heberto Castillo o Vicente Lombardo Toledano.
Alguna vez sentenciaría: “Es más importante procurar siempre la justicia y la libertad para el pueblo, que ser fiel a un Partido o a una ideología“. Por eso, no amerita delinear su perfil por una militancia, sino por su universalidad y libertad de pensamiento, por sus aportes a la cultura, por su calidad humana y su carácter determinado como una mujer que rompió con los modelos tradicionales de su género y de su momento.
Doña Adela, los medios y la cultura.
Una de sus satisfacciones fue trabajar en la Radiodifusora XENA desde la cual, con su natural talento para la oratoria, dirige conferencias para las mujeres, los obreros y los campesinos. Adquiere entonces su licencia como Locutora en el año de 1952 y participa en la fundación del periódico “El Día” en Querétaro. En su credencial, intacta al paso de los años, la foto de una Adela en la plenitud de su juventud, con ojos castaños bañados de luz y enmarcados por ese pelo hermoso y abundante que siempre la distinguió.
Lejos de cualquier añoranza vanidosa por el tiempo y camino andado, o como ella misma expresaba “de rumiar los recuerdos”, ya entrada en su madurez Adela hizo de la juventud la materia prima de su obra social. Apoya a estudiantes indígenas y campesinos dándoles albergue hasta que concluyen su preparación en algún arte, oficio o profesión; educa y promueve sobre derechos y cultura; funda una escuela política -la única a nivel nacional del Partido en el que entonces militaba- y lo que más perduró en la memoria de muchos queretanos: abre en 1981 la Galería León Felipe, que sería en sus propias palabras “Un abrigo para toda la juventud que quiera venir a expresarse… y los menos jóvenes, también son bienvenidos“.
Sobre la calle 5 de mayo, en una propiedad adquirida y reformada con su marido en el año de 1949, entre una cruz atrial del siglo XVII, canteras, herrerías, maderas, plantas por cada rincón, un mural de Frida al carbón, un vitral francés, mosaicos y una entrañable cocina mexicana aún incólume con su fogón, su pileta y su torno, Doña Adela abrió las puertas de la que también era su casa, al arte y a los artistas. En ella se exhibieron obras de autores nacionales y extranjeros, y particularmente de mujeres, jóvenes promesas queretanas que hoy tienen resonancia internacional como Melina Moisidelis y Ana Julia Aguado.
Aunado a sus exposiciones temporales, en la Galería León Felipe se impartieron talleres literarios, cursos, conferencias, conciertos, presentaciones de libros y teatro, y se dio cabida tanto a la sede de la revista cultural “Encuentro” como a la Agrupación del Barrio de La Cruz a la cual pertenecía Doña Adela, animada siempre por el rescate de la historia y las tradiciones.
Doña Adela, el humanismo y la filantropía
Marcada por su amistad con refugiados españoles, solía visitar con cierta frecuencia la Ciudad de México y acercarse a los grupos de humanistas, artistas e intelectuales de la época. Fue entonces que tuvo oportunidad de conocer a la sin par Frida Kahlo  y al Poeta León Felipe, por quien quedo artísticamente cautivada ante su personalidad y autenticidad: “Un hombre de chapa, lleno de sensibilidad, ternura, pero al mismo tiempo rabioso y polémico“. En honor a él, dio después el nombre a su Galería de Arte.
A su obra filantrópica se suma su apoyo a los asilos y a los sectores socialmente marginados. A sus aportes culturales, los libros “Rehilete” sobre mujeres distinguidas de Querétaro y “Huellas” sobre poemas de temática diversa.
Su casa fue punto de encuentro para los queretanos de a pie, a quienes recibía con idéntica hospitalidad que al más letrado. La única condición, colgaba de un letrero en su puerta: ” Si quiere visitar la Galería, toque la campana“. Entre sus muros se guardaron los ecos de sus charlas con el talentoso Pintor Jordi Boldó, con el historiador y notable queretano Don Carlos Septién, con los ex candidatos presidenciales Cuauhtémoc Cárdenas y Cecilia Soto, con Adriana Siqueiros -hija de David Alfaro Siqueiros-, con la Escritora Paula de Allende y su madre, con el Periodista español Luis Suárez o con Artistas como la cantante Tehua y el legendario cuenta cuentos, Cachirulo.
El Periodista Filiberto López acertó cuando la definió como una mujer “Forjada en la cultura del esfuerzo, congruente entre lo que dice, piensa y hace“. Si bien fue privilegiada en su formación humanística, nunca, nada le sería sencillo, ni gratuito, ni circunstancial. Por eso su empatía y sensibilidad ante las causas sociales, su vida llana y sin riquezas materiales.
Adela Rosas Rueda, Doña Adela, cierra su vida y comienza su historia con un grandioso legado cultural, el viernes 10 de abril de 2009… Su deseo expreso fue que Querétaro, ese que le abrió sus puertas para la amistad, fuera el suelo en que muriera.
Una vida de arte y figura… “Mi zaguán siempre está abierto y mis manos amigas, en espera de toda la gente sin distingo de clase, de raza, de credo, pobres y ricos, buenos y malos, renegados y santos, todos, son mis buenos amigos“.

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