Los masajes con piedras volcánicas son uno de los tratamientos más solicitados actualmente en los spa y centros de estética más prestigiosos de todo el mundo. Sin embargo, no se trata de una nueva tendencia; esta sabia tradición se remonta a tiempos ancestrales, cuando las culturas orientales e indígenas descubrieron y aprovecharon sus bondades medicinales y estéticas.
La combinación de piedras calientes y técnicas de masaje sirve para aliviar la tensión muscular y el dolor, mejorar la circulación y liberar toxinas. Su práctica es recomendada además para quienes sufren de dolencias como artritis, artrosis y dolor de espalda y en el tratamiento de problemas propios del agitado ritmo de vida actual como el stress y el insomnio. Aplicada en la forma correcta, esta terapia puede tener un mayor impacto curativo y relajante que un masaje convencional.
Pasos
1 Calienta las piedras: sumérgelas en agua caliente, hasta que adquieran una temperatura cómoda para el masaje; puedes utilizar utensilios eléctricos diseñados especialmente con este fin. Para evitar lastimar la piel, es recomendable utilizar piedras suaves, planas y lisas, por lo general, de basalto, por la capacidad de este material para retener el calor. Las piedras pueden ser de diferentes tamaños, de acuerdo a las zonas del cuerpo en donde se ubicarán. Es importante tener en cuenta que los niveles de tolerancia al calor son diferentes para cada persona; por esta razón se debe pedir a quien recibe el masaje indicar si las piedras están demasiado calientes, pues esto podría afectar la calidad del masaje.
2 Coloca las piedras. Antes de hacerlo, la piel debe haber sido previamente humectada con aceites especiales, que faciliten un suave deslizamiento. Para lograr un mejor efecto, las piedras calientes deben ser colocadas en puntos estratégicos de acupresión, es decir, aquellos que liberan el flujo de energía y ayudan a la autosanación del cuerpo. Los lugares más comunes son la espalda, a lo largo de la columna vertebral, tendones, brazos, palmas de las manos y los pies.
3 Deja que las piedras actúen. Déjalas en el mismo sitio por un buen período de tiempo para que el calor pueda penetrar los músculos y tejidos cercanos. Una de las ventajas de este tipo de masajes es que se puede adaptar a las necesidades particulares de cada persona, eligiendo las zonas, presión y temperatura adecuadas. Una vez el calor ya ha efectuado su efecto relajante las piedras también se pueden utilizar para masajear puntos adoloridos o tensos, moviéndolas suavemente y ejerciendo presión.
4 Complementa la sesión con otras técnicas como el masaje sueco o masaje de tejido profundo. Estos masajes se pueden aplicar mientras las piedras están colocadas, o una vez han sido retiradas.
5 Alterna frío y calor. Para aliviar inflamaciones dolorosas y/o tonificar la piel, se puede combinar la aplicación de las piedras calientes con piedras frías de mármol.
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